1.1 De la conservación del soporte a la preservación del contenido

Un cambio fundamental en el paradigma para la preservación audiovisual empezó hace apenas 25 años. Hasta entonces, la preservación del audio y del video se guiaba por el modelo tradicional que aún es válido para los archivos de documentos de texto y para los museos de todo el mundo: salvaguardar los objetos puestos a su cuidado.

Sin embargo, hacia 1990 los archivistas de audio comenzaron a darse cuenta de que seguir este principio a la larga hubiera sido en vano. Era obvio – y ese es el tema de esta publicación – que los soportes de audio y de video son vulnerables. La mayoría son inestables en comparación con casi todos los documentos de texto. Además, puesto que son documentos que deben ser leídos por una máquina para conocer la información que contienen, la disponibilidad de equipos de reproducción
para recuperar su contenido era tan importante como la integridad de los soportes.

Por ese tiempo se hacía también evidente que las tecnologías digitales y el ritmo acelerado de la innovación técnica creaban nuevos formatos, en sucesiones cada vez más rápidas y, por lo tanto, con ciclos de vida más cortos. Esto confrontaría a los archivistas con el reto adicional de mantener el equipo de reproducción para un formato específico en condiciones operables para un número de formatos en constante crecimiento.

Lo anterior condujo a un cambio de paradigma: salvaguardar el contenido, no el soporte original, era el nuevo mantra.

Esto se logra copiando los contenidos de una plataforma de preservación a otra más innovadora. A fin de evitar pérdidas en el copiado, este tiene que realizarse en el ámbito digital. Los contenidos analógicos, por lo tanto, tienen que digitalizarse y, junto con los contenidos digitales previos a las tecnologías de la información, convertirse en archivos binarios, los cuales habrán de resguardarse, como todos los archivos informáticos, en repositorios digitales adecuadamente equipados y administrados.

Mientras que en sus inicios este nuevo paradigma fue aceptado, no sin controversia, a partir de los primeros años de la década de 1990 fue ampliamente adoptado para archivar audio, y aceptado, posteriormente, para los archivos de video. De la misma manera, debido al cambio global de la proyección de películas analógicas a digitales, y la disminución de la producción industrial de películas analógicas, este principio es ahora ampliamente aplicado en la preservación fílmica.