5.4.1 Introducción

5.4.1.1      La tecnología de grabación en cinta magnética analógica ha impregnado todos los ámbitos de la industria discográfica desde su divulgación y distribución masiva en la era posterior a la Segunda Guerra Mundial. Los avances tecnológicos convirtieron la cinta en el principal formato de grabación de los estudios profesionales de grabación, y posteriores desarrollos en los sistemas de fabricación permitieron que el magnetofón de bobina fuera asequible para el mercado doméstico. La introducción del casete compacto de Philips en 1963 puso un dispositivo de grabación al alcance de muchas personas e hizo posible y práctico para los consumidores grabar todo lo que les parecía importante. Prácticamente todo archivo de sonido o biblioteca tiene grabaciones magnéticas analógicas, y PRESTO (Wright y Williams, 2001) estima que hay más de 100 millones de horas de grabaciones en cinta analógica en colecciones de todo el mundo, una cifra que en ningún modo contradice a la encuesta de IASA sobre formatos en peligro de extinción (Boston, 2003). A partir de la década de1970 los archiveros de sonido recomendaron la cinta analógica de bobina de cuarto de pulgada como formato de archivo preferido, y a pesar del ruido inherente y la descomposición química inminente, algunos todavía la recomiendan hoy en día como soporte estable. Pero la desaparición inminente de la industria de la cinta analógica y el cese consecuente y casi total de la producción de equipos de reproducción hacen que sea necesario tomar medidas inmediatas para transferir este vasto registro de historia cultural a un sistema de gestión más viable.

5.4.1.2      La cinta magnética se fabricó comercialmente por primera vez en Alemania en 1935, pero fue la comercialización del mercado estadounidense después de 1947 la que la llevó a su popularidad y a la normalización definitiva. Las primeras cintas se fabricaron con un sustrato de acetato de celulosa, que se continuó utilizando hasta la introducción del poliéster (PET, polietilenotereftalato, conocido comercialmente como Mylar). Los fabricantes producían cintas tanto de acetato como de PET con aglutinantes de acetato, la mayoría sustituidos gradualmente a partir de la década de 1960 por un aglutinante de uretano de poliéster. BASF fabricó cintas de PVC desde la década de 1940 hasta mediados de 1972, aunque poco a poco introdujo su propia línea de poliéster a partir de finales de los 1950s. Aunque el PVC fue principalmente una especialidad del fabricante alemán BASF, 3M también produjo una cinta de PVC a partir de alrededor de 1960: la Scotch 311. Más raras son cintas magnéticas con base de papel, que datan de la década de 1940 hasta principios de la de 1950. Las cintas de casete siempre se han fabricado en poliéster. En 1939 el pigmento magnético utilizado (a menudo llamado óxido) fue γFe2O3, y aunque mejoras posteriores en el tamaño y forma de las partículas y en el dopaje aumentaron el rendimiento y disminuyeron el ruido, esta formulación se ha mantenido prácticamente igual para casi todas las cintas en bobina analógicas y casetes de tipo I. Las casetes de tipo II son CrO2 o Fe3O4 dopado con cobalto, las de tipo III (muy poco comunes) son de doble capa con Fe2O3 y CrO2, y las de tipo IV son de metal (hierro puro).

5.4.1.3      Los materiales que unen las partículas magnéticas al sustrato de cinta, llamados aglutinantes, han resultado la parte de la cinta más propensa a la descomposición química. Esto es especialmente cierto en el caso de las cintas con aglutinante de poliéster de uretano (que frecuentemente utilizan un sustrato de PET) de la década de 1970, aunque AGFA y BASF y sus propietarios posteriores, Emtec, utilizaron un aglutinante de PVC sobre la base de muchas de sus cintas de estudio y de difusión, en particular la 468.